Crecí oyendo versículos de la Biblia, algunos de ellos en contextos fuera de la iglesia. Recuerdo haber escuchado de niño las palabras de Pablo: «No se engañen ustedes: nadie puede burlarse de Dios. Lo que se siembra, se cosecha.». Escuché estas palabras como si fueran un regaño o como una advertencia negativa.
Pablo trata de convencer a los creyentes en Galacia de no sembrar para sus malos deseos, sino para el Espíritu, de manera que puedan recoger una cosecha de vida eterna. Pablo dice: «Así que no debemos cansarnos de hacer el bien; porque si no nos desanimamos, a su debido tiempo cosecharemos.» (Gálatas 6.9).
Éstas no son palabras de regaño, como si alguien nos estuviera señalando acusadoramente con el dedo. Éstas son palabras de aliento, palabras que nos inspiran a persistir en hacer el bien.
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