Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó. - Lucas 15:20 (NVI)
He estado en los zapatos del hijo pródigo. Viví momentos de arrepentimiento y remordimiento y debí regresar al hogar con humildad tras un traspié. Cuando leía esta parábola siempre prestaba más atención al hijo pródigo y me perdía el enfoque maravilloso y que cambia nuestra vida que tiene el pasaje: el amor de Dios. Igual que el padre en el relato, nuestro Padre Celestial siente un profundo amor por cada uno de nosotros. Dios está mirando el camino, atento al horizonte y cuando ve que un corazón se vuelve o a una criatura de vuelta a casa, Dios no espera. Tal como lo hizo el padre del hijo pródigo, Dios corre hacia cada persona quebrantada. Cada una es arropada en amor cuando Dios nos da la bienvenida de regreso al hogar. No hay sermones, retos ni penitencias, solo el amor perfecto e incondicional del Padre.
Cuando reconocemos y aceptamos el amor de Dios, no debemos de vivir apenados, avergonzados o lamentando nuestro pasado. En cambio, podemos compartir el alivio sentido por el hijo pródigo y vivir en el amor de Dios.
Amado Padre, ayúdanos a saber que somos perdonados y a recibir tu amor. Amén.
Autor
Sr. Stephen Johnson (California, EE.UU.
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